Escrito por Mildred Burgos González. Afiliada al Programa de Corewoman en Chile, Comunicadora Social, profesora universitaria, investigadora social, estudiante de Psicología y mamá de dos maravillosas hijas milennials.

Cuando reflexiono acerca de mi experiencia como madre, lo primero que viene a mi mente es el haber tenido que enfrentar el cambio de paradigma de cómo, en nuestro tiempo, fuimos socializadas para ser madres, y verme en la necesidad de poner a un lado todo un cúmulo de información acerca de comportamientos y costumbres que nos fueron enseñadas,  hasta ser “adoctrinadas” en torno a cómo criar a nuestros hijos; no fue fácil entender que lo que me enseñaron durante mi proceso de socialización como mujer, ya no compaginaba con las expectativas de mis hijas, y que todo lo que yo hacía o decía estaba “pasado de moda”.

Pero ¿cómo podía ser esto posible? Yo estaba haciendo todo según “el libro”, con la mejor intención y con “la mejor actitud”, es decir, con carácter y disciplina. Sin embargo, la realidad fue otra, nada parecía funcionar, todo me salía mal y sentía que mis comportamientos, lejos de ayudarme a solventar los problemas en nuestra relación madre-hijas, las alejaba más de mí.

Supe que algo andaba mal por sus reacciones altivas e irreverentes. Cuando ellas no estaban de acuerdo con ciertas normas de conducta que les imponía, teníamos conflictos de opiniones sin discernimiento, simplemente porque así me habían enseñado a mí, puesto que estaba repitiendo patrones de conducta y adoctrinamiento de otras épocas.

Ellas me pedían explicaciones sobre las cuales yo no me sentía capaz de argüir, simplemente porque, muy en el fondo, sabía que ellas tenían más razones que yo.

La vida no me había preparado para este reto. Estaba experimentando el encuentro con la llamada GENERACIÓN Y, una suerte de nueva especie femenina que todo lo cuestiona, y que cree que todo lo puede. Estaba enfrente, pues, a un nuevo reto como mujer, que debía superar con herramientas poco convencionales para las madres tradicionales, no descubiertas aún por mí.

Lo cierto es que… ¡MIS HIJAS SON MILLENNIALS!

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Al fin comprendí que tenía criterios de crianza que no correspondían con lo esperado por esta nueva generación de chicas posmodernas que, dentro de su estilo de vida hedonista, y su forma de pensar, no se amoldaban al comportamiento de las mamás “chapadas a la antigua”. Entonces, no tuve otro remedio que adecuarme y reinventarme como persona, para aprender con ellas y de ellas.

Mis hijas Millennials, actualmente tienen 20 y 30 años, y se han convertido en unas mujeres maravillosas. Ellas son el resultado de la evolución de la conciencia feminista y de equidad de género, teniendo mérito propio por todo lo que han logrado en su corto tiempo de vida, desde lo emocional, lo racional, lo profesional, etc.; son –efectivamente- una versión mejorada y actualizada del ser mujeres.

Entre las características de estas hijas Millenials me gustaría resaltar las siguientes:

  • Son sumamente sensibles a la igualdad de género, están seguras de que tienen los mismos derechos que los varones de acceder, en forma equitativa, a los bienes y servicios que ofrece la sociedad, y luchan por ello.
  • Aseveran su capacidad de participación en la toma de decisiones, en todos los ámbitos de la vida social, cultural, económica, política…, con inclusión y sin discriminación. Es así como han asumido roles activos y protagónicos en muchas de sus actividades diarias.
  • Son mujeres de conciencia y actitud abierta. Se comunican sin sentirse avergonzadas; dicen lo que piensan y no se arrepienten de ello. Fue así como aprendí a conocerlas, tan diferentes de las generaciones anteriores de mujeres que aún se preocupan por “el qué dirán”.
  • Son valientes, no son mártires ni se sienten “víctimas”. Jamás llegaron a casa con el drama de haber sido molestadas en el colegio. Saben defenderse solas, y mantenerse firmes en su posición.
  • Son seguras de sí mismas, son capaces de tomar decisiones importantes o sencillas -cualquiera que éstas sean-, sin el menor temor a las consecuencias y con clara conciencia de muchas de esas consecuencias. Es por ello, por lo que se atreven a incursionar en ámbitos donde sus madres antes no lo habían hecho.
  • Son sumamente asertivas. Si quieren decir algo, lo dicen, independientemente de que se generen discusiones y/o contradicciones con quien(es) sea. Difícilmente se autocensuran, y, por otro lado, se permiten emitir sus juicios y deseos con espontaneidad y, a la vez, con respeto por otros.
  • Son críticas y exigentes consigo mismas y con los demás. Si las mujeres de mi generación fuéramos así, no tendríamos la necesidad de reinventarnos como mamás de Millennials.
  • Son mujeres preparadas y ambiciosas. Estudian más de una carrera y buscan trabajos que se adapten a sus necesidades y luchas, y exigen ser tratadas con igualdad y respeto en su espacio de trabajo.

Como ven, tan sólo enumero alguna de las cosas que he aprendido de mis hijas; y cómo, a partir de mi rol materno, unas pequeñinas que hoy en día son unas extraordinarias mujeres, cambiaron mi forma de ver la vida, el mundo, y la posición apropiada que debe ocupar una mujer en todos los contextos.

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Es así como fui transformada por mis hijas a partir de mi papel de madre, entendiendo que las nuevas generaciones también tienen aportes influyentes en otros y que debemos aceptarlos.

Por estas razones, y otras más que no podría enumerar por espacio y tiempo, finalmente invito a todas las mujeres que son de generaciones anteriores a las Millennials, a dejarse influenciar por este nuevo movimiento de mujeres pro-género, luchadoras por la igualdad y la equidad, visionarias de un mundo mejor, para así replantea nuestros tradicionalistas y ya inadecuados paradigmas y sistemas de creencias, y convertirnos en modelos nuevos, acordes con la evolución de la sociedad y los tiempos posmodernos, en fin, en unas auténticas, transformadas y transformadoras Mamás de Millennials.