Autora: Lina Tafur.
Estudiante colombiana cursando segundo año de universidad en Sciences Po Paris campus de Reims. Apasionada por la fotografía y el arte de las redes sociales. Aspira a regresar a su país a trabajar en temas de Equidad de género y Desarrollo sostenible.
El Movimiento #YoTambién (#MeToo en inglés) ha sido centro de atención por ya varios meses, hasta el punto en que las mujeres que se levantaron contra el acoso sexual fueron la portada de la Revista Time, y denominadas como Persona del Año. El Movimiento #YoTambién hace un llamado a las mujeres a publicar incidentes en los que han sido víctimas de acoso, que parece algo “normal” en nuestra sociedad posmoderna.
Su objetivo principal es llevar a visualizar un problema que muchos creen inexistente, pero que ha sido demostrado como un fenómeno que ocurre en proporciones elevadas hacia las mujeres, por parte de muchos hombres.
Y NO, no se trata de hacernos las víctimas, porque ser mujer NO es sinónimo de ser víctima, y la campaña no establece eso. Es una realidad que las mujeres somos acosadas a diario, y que el acoso no tiene una definición exacta. También que, tal como la campaña lo establece, no hay un Movimiento Feminista, hay varios, puesto que las mujeres no somos un grupo homogéneo, y tenemos experiencias muy diversas.
Basándome en eso, es por lo cual establezco lo que creo que es uno de los primeros mandatos feminista: aceptar que cada mujer tiene distintas experiencias que desatan diferentes reacciones. Pienso que cuando se hallan mujeres que dicen ser feministas, y que exigen que su feminismo sea aceptado, pero que dicen #NotMe (#YoNo), se están convirtiendo en machistas accidentales, exponiendo la dificultad que hay para entender el acoso y, consecuentemente el machismo, siendo un mal permisivo.
Hace dos días, concretamente, sufrí lo que claramente considero acoso: Un hombre llegó a mi casa para entregar un paquete, y empezó a establecer conversación conmigo al preguntarme de dónde vengo, pero terminó desviándola hacia si era soltera, si vivía sola, y sin siquiera preguntar, demandó mi número celular. Incomodada, y en una posición de vulnerabilidad, no fui capaz de decir que no, por miedo a su reacción, y sólo busqué un pretexto para evitar hacerlo; sin embargo, el hombre -como si tuviera todo el derecho- escribió su número celular y me lo dio, sin olvidar decirme que era soltero y esperaba mi llamada. Cada quien podrá tener su propia interpretación de mi experiencia, pero es mía, y es a mí a quien me afectó negativamente. En consecuencia, considero que, negarles a las mujeres la posibilidad de sentirse acosadas, es subvalorar y/o desacreditar su experiencia, y favorecer más obstáculos para su liberación.
Igualmente, aquí hago un llamado al entendimiento por parte de los hombres, quienes mientras no puedan colocarse en nuestra situación, y “vivenciar” nuestras experiencias, no comprenderán una gran proporción de la problemática, y es por ello que, nuestra responsabilidad -personal y social- y nuestro trabajo es visibilizar el problema; así de simple, y sin dar más explicaciones que muchos lectores podrían llamar exageradas.
Las mujeres somos acosadas cada vez que salimos a la calle, nuestro cuerpo es hipersexualizado y censurado, es poco nuestro sentido de seguridad; entonces, SÍ hemos sido víctimas, pero NO queremos serlo más. Tienen que escucharnos, el silencio y el secreto sólo perpetúan la violencia en contra de la mujer. Es por esto que debemos crear solidaridad de mujer a mujer… levantarnos, para así poder seguir adelante.
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Imagen 1: Revista TIME
Imagen 2: Movimiento #MeToo
Totalmente de acuerdo con Lina. La experiencia que cada mujer tiene con el acoso no debe trivializarse. Como cada una la vive y los sentimientos que genera deben respetarse. Y una de las formas de impedir que se repita o que otras mujeres la vivan es rompiendo el silencio. El temor es real y no siempre es posible expresarle directamente al acosador su rechazo. Y no tiene que ser extremo ese acoso para constituirse como tal. Pueden ser “microagresiones” que esos hombres y/u otras mujeres han normalizado. La experiencia es personal y hay que respetarla, ojalá buscando espacios para compartirla y actuar sobre ella. La sororidad puede ayudar y contribuir a generar lecciones y posibles acciones preventivas. Sugiero no descartar la solidaridad de hombres que rechazan el acoso al enterarse de su ocurrencia o vivirlo en tiempo real. Ese es el espíritu del #HeForShe promovido por ONU Mujeres.
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¡Gracias por tu aporte Mauricio!
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